martes, 4 de octubre de 2011

Inefable.

El arte se define muchas veces en su libertad, en la posibilidad de ser loquesea-comosea-cuandosea-porquesea. Y entre esas manifestaciones de libertad, se encuentra la contradicción. La simpática inclusión, la invitación a pasar a cualquiera sin discriminar: no es O esto O eso. ¿Por qué no ambos? Y cuando nuestra cabeza puede entenderlo y aprovecharlo, nos damos cuenta que el arte no es la contraposición de la realidad, y no solamente el Otro lado del espejo. Puede ser ambos lados, y al mismo tiempo.

El mundo de las palabras es tan libre como el del arte en general. Todo es posible. Y muchas veces, tanta libertad, tanto oxígeno, puede marear. Ahí, en ese punto, cuando tantas palabras se confunden con tan pocas, paramos. Nos bloqueamos. No podemos decir lo que queremos decir. Pausa.

Silencio. El silencio aparece. Cuando no podemos decir pero debemos hacerlo. Cuando nos hartamos de buscar en nuestros diccionarios mentales y los índices de frases comunes. Se nos viene un silencio como huelga contra el lenguaje, nos rebelamos ante él porque hay una falla en el sistema.

Curioso: el mismo sistema de las palabras tiene una para nombrar aquello que no se puede nombrar. Una definición que es contradicción. La palabra es INEFABLE, y es justamente aquello que no se puede explicar.

Nuestro vocabulario nos enseña, con una palabra, que nada es perfecto, ni siquiera de una de las únicas cosas de las que no podemos prescindir: el lenguaje.

¿Cuántas cosas son inefables? ¿Cuáles? Si lo pensamos bien, muchísimas veces nos quedamos cortos de palabras para describir a una persona, un lugar, una emoción, etc.

Todo es inefable, todo es incompleto. Siempre faltará (o peor aún, sobrará) alguna palabra. Queremos pintar cuadros con nuestras letras, y nunca llegamos al color exacto. Y eso es un hecho. Nunca vamos a pintar con el mismo color. El problema no es ese, si no en tomarlo como un problema.

Hay cosas, personas, lugares, sentimientos, sonidos y silencios que no podemos reproducir en palabras. Y son las cosas que NO PODEMOS APROPIARNOS, que son libres y nos exceden. Porque, al fin de cuentas, ¿al escribir no queremos hacer nuestras las cosas perpetuamente? Todo eso que está más allá de nuestro alcance y no existe forma de describir es, paradójicamente, lo que buscamos cuando escribimos. Tratamos de decir lo que no podemos decir. Intentamos cazar mariposas con redes por las que se pueden escapar. Vamos a intentar de acercarnos infinitamente a algo que jamás vamos a tocar, pero podemos sentir y disfrutar de imaginarlo, de estar tan pero tan cerca.

Porque esa sensación de estar tan cerca de la perfección es… Inefable.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Lo relativo de las distancias.

No es novedad: lo relativo impera por sobretodas las cosas. Lo absoluto quedó relegado al siglo pasado, hasta que Einstein nos acercó al nuevo término. No hay nada incuestionable, no hay nada que SEA sin que podamos pensar antes que NO ES, y entonces no podemos asegurar ni el aire que respiramos...


Y hoy, empiezo por poner en duda una de esas cosas que creemos absolutas: La Distancia.


Los metros y los kilómetros no nos dicen realmente qué tan cerca o lejos estamos. Estar junto a alguien puede ser la distancia más grande que hay con la otra persona, y lo mismo puede pasar al revés... Quién guía entonces la verdad? Dónde está el cartel que indica los kilómetros REALES que nos separan?

Los autos son cada vez más rápidos para llegar "antes" a cualquier lugar.. pero realmente llegamos?

Los medios han perdido por knock out la guerra contra los fines. El camino ha cedido lugar a los destinos. Cada vez pensamos menos en ir, y VOLVER es una mala palabra.


Por contraparte, pienso: si cada vez nos alejamos más, es porque a algún lugar nos estamos acercando, no?

Si estar junto a alguien no nos asegura estar Cerca, estar a muchos kilómetros (reales) no significa que estemos Lejos. Estamos tan contaminados por la vorágine y las imágenes, que ni siquiera sabemos dónde estamos...

Si cerramos los ojos, nos podemos dar cuenta qué cosas tenemos cerca, y cuales lejos... Porque ahí bien al fondo, no rigen ni el tiempo ni el lugar, y cualquier cosa puede estar al alcance de la mano.