Estado de Ánima
lunes, 15 de junio de 2015
martes, 4 de octubre de 2011
Inefable.
El arte se define muchas veces en su libertad, en la posibilidad de ser loquesea-comosea-cuandosea-porquesea. Y entre esas manifestaciones de libertad, se encuentra la contradicción. La simpática inclusión, la invitación a pasar a cualquiera sin discriminar: no es O esto O eso. ¿Por qué no ambos? Y cuando nuestra cabeza puede entenderlo y aprovecharlo, nos damos cuenta que el arte no es la contraposición de la realidad, y no solamente el Otro lado del espejo. Puede ser ambos lados, y al mismo tiempo.
El mundo de las palabras es tan libre como el del arte en general. Todo es posible. Y muchas veces, tanta libertad, tanto oxígeno, puede marear. Ahí, en ese punto, cuando tantas palabras se confunden con tan pocas, paramos. Nos bloqueamos. No podemos decir lo que queremos decir. Pausa.
Silencio. El silencio aparece. Cuando no podemos decir pero debemos hacerlo. Cuando nos hartamos de buscar en nuestros diccionarios mentales y los índices de frases comunes. Se nos viene un silencio como huelga contra el lenguaje, nos rebelamos ante él porque hay una falla en el sistema.
Curioso: el mismo sistema de las palabras tiene una para nombrar aquello que no se puede nombrar. Una definición que es contradicción. La palabra es INEFABLE, y es justamente aquello que no se puede explicar.
Nuestro vocabulario nos enseña, con una palabra, que nada es perfecto, ni siquiera de una de las únicas cosas de las que no podemos prescindir: el lenguaje.
¿Cuántas cosas son inefables? ¿Cuáles? Si lo pensamos bien, muchísimas veces nos quedamos cortos de palabras para describir a una persona, un lugar, una emoción, etc.
Todo es inefable, todo es incompleto. Siempre faltará (o peor aún, sobrará) alguna palabra. Queremos pintar cuadros con nuestras letras, y nunca llegamos al color exacto. Y eso es un hecho. Nunca vamos a pintar con el mismo color. El problema no es ese, si no en tomarlo como un problema.
Hay cosas, personas, lugares, sentimientos, sonidos y silencios que no podemos reproducir en palabras. Y son las cosas que NO PODEMOS APROPIARNOS, que son libres y nos exceden. Porque, al fin de cuentas, ¿al escribir no queremos hacer nuestras las cosas perpetuamente? Todo eso que está más allá de nuestro alcance y no existe forma de describir es, paradójicamente, lo que buscamos cuando escribimos. Tratamos de decir lo que no podemos decir. Intentamos cazar mariposas con redes por las que se pueden escapar. Vamos a intentar de acercarnos infinitamente a algo que jamás vamos a tocar, pero podemos sentir y disfrutar de imaginarlo, de estar tan pero tan cerca.
Porque esa sensación de estar tan cerca de la perfección es… Inefable.